lunes, 13 de abril de 2015

¿Qué nos queda ahora?

No puedo dejar de pensar en todos esos reencuentros que no vamos a tener.
Esas despedidas que ya no vamos a llorar.
Todos los besos que no nos vamos a dar.
Las promesas que no vamos a cumplir.
Y todos los billetes de avión que no vamos a comprar.
La última noche abrazados que jamás llegará.
Todos los momentos que, desgraciadamente, siempre imaginé.
Contigo.
Y que ahora son un montón de recuerdos que inevitablemente se llevará el tiempo.
Como si jamás hubieran existido.
Como si jamás nos hubiéramos conocido.
Alguien me dijo una vez que lo que más quieres en el mundo,
es lo que más te destruye.
Y yo me quedo así;
En ruinas como Roma.
Ahogada como en Venecia.
Enamorada como en París; Pero sin ti.
Olvidando como un día tú pudiste ser la salvación de mi infierno,
y sin embargo, solo eres otro alimento más para él.
El dolor es inevitable como el olvido.
¿Pero qué quieres que te diga? Deseé no olvidarte nunca.
No marcharme nunca.
No verte ir.
Pero desear no es la clave para que algo suceda por más fuerzas que le eches.
Y aunque lo aprendamos mil veces, mil veces volvemos a equivocarnos.
Aunque también deseé no equivocarme contigo.
Es irónico.
Soy irónica.
Ni quiera encuentro la paz que busco escribiéndote éstas líneas.
El consuelo de saber que de lo malo siempre aprendes algo, ganas algo.. Lo de siempre.
Yo no lo creo.
Te perdí.
Nos perdimos.
No hay consuelo.
No hay lección.
No hay recompensa.
Sólo vacío. 

martes, 7 de abril de 2015

Ardí.

Me perdí para que me encontraras y ahora no me encuentro ni yo.
Al borde de mil precipicios que me piden saltar. 
Al borde de tantos que no sé por dónde empezar a buscar.

Eras fuego, me hice hielo y aun así me quemé.
Ardí de amor por tus dedos en mi pelo, 
tus labios en mi cuello.

Ardí de miedo a echarte de menos, 
por no tenerte jamás apoyado en mi pecho.
No averiguar si elegí las manos correctas. 

Ardí de pasión, de ganas.
Hasta que me consumí; me consumiste. 
Hasta que desaparecí con la intención de encontrarte en cada tren de ida.
Sin encontrarte jamás. Viéndote en el mismo sofá. 
Chocando con la realidad de la que todos hablan, pero nadie ve.
Sin encontrar jamás el tren de vuelta.